By: Manuel Álvarez, founder & CEO of WoodSwallow.
No sé si será que la pandemia me está volviendo nostálgico o que ya llego a cierta edad en la que uno añora sus años adolescentes, pero últimamente echo mucho de menos la década de los 90. Eran tiempos en los que la escena musical se diversificaba más que nunca; desde el britpop y el rock alternativo, a la Macarena y las Spice Girls. Y Hollywood nos sorprendía año tras año con nuevos títulos que se convertirían en clásicos para todos los gustos, como la violencia sublimada de Pulp Fiction, el mundo paranormal de El Sexto Sentido, o el suspense psicológico de El Club de la Lucha. En la política internacional, un Bill Clinton aún no acusado de perjurio, ganaba las elecciones con un simple mensaje a sus votantes: “Es la economía, ¡tonto!”. Mientras, a este lado del charco, un Tony Blair aún no criticado por la intervención británica en Iraq insistía en sus prioridades: "¡educación, educación, educación!”
Hoy en día hace años que no escucho un grupo musical nuevo que me genere cierto entusiasmo, y el mundo cinematográfico no hace más que inundarnos con remakes o series y películas insulsas. En política, el mensaje más usado ha pasado a ser: "Es culpa del chivo expiatorio, ¡imbécil!" y las prioridades son "¡yo primero, yo primero, yo primero!“
La lucha contra el cambio climático
Lo único que me arroja algo de confort estos días es que parece que, finalmente, nos empezamos a tomar de forma algo más seria la necesidad de luchar contra el cambio climático, aunque desafortunadamente no sea una visión compartida por todos. Pero ante una necesidad tan imperiosa, está claro que las políticas populistas que abundan en el siglo XXI no son la solución. Creo que las ideas de los 90 serían mucho más eficaces. Uno se pregunta a quién escuchar más a la hora de diseñar políticas estratégicas para combatir el cambio climático. ¿A Bill y su Economía, o a Tony y su Educación? Personalmente creo que ambos tendrían parte de razón, pero creo que las prioridades del ex primer ministro británico son adecuadas y frecuentemente olvidadas.
Sería absurdo no argumentar que los medios con los que combatir el cambio climático no pasan por una solución económicamente viable. Es fundamental que los gobiernos sigan proveyendo de cierto tipo de subsidios para investigación, desarrollo y comercialización de tecnologías que, aunque no son del todo económicamente viables a día de hoy, van progresando en esa dirección. No hay más que ver la evolución de la industria de los paneles fotovoltaicos, por ejemplo.
Sin embargo, de poco sirve tener soluciones tecnológicas más o menos rentables económicamente si la mayoría de los ciudadanos no son conscientes de la necesidad de su uso o incluso de los beneficios económicos que les pueden reportar (a ellos y a la sociedad en su conjunto). Creo necesario, por ello, implementar políticas educativas que expliquen por qué estamos sufriendo una crisis de calentamiento global, qué va a pasar si no se ataja y qué está en nuestra mano para combatirla, así como proveer a los ciudadanos con herramientas tecnológicas de información que ayuden en la lucha.
Teach your children well: la importancia de la educación
Siempre he sido un ferviente defensor de la educación. No creo que exista una herramienta más poderosa que una sociedad bien formada. Pero también creo que los sistemas educativos y sus contenidos deben evolucionar y adaptarse a los nuevos tiempos. Si seguimos sin un consenso sobre educación en valores y no ponemos suficiente esfuerzo en enseñarles a nuestros hijos que todos hemos de poner nuestro granito en la lucha contra el cambio climático, el planeta que hereden las próximas generaciones será cada vez más distópico e inhabitable.
Es más, parece que las tornas han cambiado y son las nuevas generaciones las que intentan educar a las anteriores sobre las necesidades de esta lucha. Este es el caso del movimiento iniciado por Greta Thunberg, que no deja de recordar a la letra de la gran canción del éxito de 1970 de Crosby, Stills, Nash & Young que comienza con "Educa bien a tus hijos…" y acaba con un “Educa bien a tus padres…”.
Personalmente, aunque alabo este tipo de movimientos, creo que tienen un problema fundamental. Insisten en la resolución del problema sin entrar en los detalles de cómo resolverlo. Evidentemente, nadie puede culparlos, dado que la solución no es fácil ni inmediata. Pero sí creo que cierta educación a las nuevas generaciones sobre qué podemos hacer cada uno de los ciudadanos en nuestro día a día para ayudar en esta lucha, beneficiaría a la sociedad enormemente. Creo que educar en problemas tan complejos desde edades muy tempranas tiene un efecto doble. Las enseñanzas quedan más arraigadas, al tiempo que se educa indirectamente a los padres, a los que se suele acudir con un -a veces irritante- entusiasmo ante la introducción de cuestiones complejas y novedosas.
Aparte de educar sobre las obvias consecuencias de la falta de medidas, gran parte de la temática a enseñar en torno a la lucha contra el cambio climático debería girar alrededor de la energía. Es decir, cuestiones como lo respetuosas que son con el medio ambiente cada tipo de energía dependiendo de su origen, la importancia de la eficiencia energética o cómo podemos reducir nuestro consumo y nuestras facturas.
Hablemos de energía
Como ingeniero, habré escuchado más de un centenar de veces eso de que "el principal problema con la energía es que no se puede almacenar en grandes cantidades”. Sin embargo, en la última década gracias a los avances en tecnologías de almacenamiento y baterías, este problema comienza a ser una oportunidad que habilita el uso extensivo de energías renovables. Desde el punto de vista de políticas estratégicas, estoy convencido de que el principal problema con la energía es que poca gente la comprende. La energía, aunque medible, no es algo tangible que fácilmente se pueda ver y comparar, lo que genera confusión y reticencia en el ciudadano medio, que no sólo desconoce cuestiones de medidas, como la diferencia entre Wh o KWh de energía y W o KW de potencia, sino que escasamente puede entender cabalmente su propia factura de la luz.
Estos temas, aunque complejos, se podrían enseñar de una manera mucho más generalizada de lo que se hace. Se puede educar con respecto a qué tipo de electrodomésticos consume más que otros, los beneficios de comprar un dispositivo con mayor eficiencia energética (más caros de adquirir, pero más baratos de operar), o cómo ahorrar en la factura usando los equipos que más energía consumen en los periodos más baratos si tenemos discriminación horaria. Todo esto se puede hacer combinando métodos de enseñanza tradicionales, como las clases magistrales, junto con tecnología, como puede ser la muestra de información del consumo y/o precio en tiempo real en In-Home-Displays o aplicaciones móviles.
Esta segunda opción está muy extendida en la mayoría de los países europeos. Desafortunadamente, en España el regulador no obliga a las distribuidoras eléctricas a equipar con este tipo de tecnología a los contadores inteligentes que se han desplegado en todo el país. Esto nos deja rezagados con respecto a tendencias que llevan implementándose durante años en la mayoría del resto del continente. Por tanto, sería deseable que España, al igual que otros muchos países han hecho ya, legisle obligando a las eléctricas a instalar contadores con capacidades de comunicación en tiempo real.
Información en tiempo real: Contadores Inteligentes, In-Home-Displays y el efecto “Smart watch”
Contadores Inteligentes
En 2009, la mayoría de los países de la Unión Europea se vieron obligados a desplegar contadores eléctricos inteligentes por regulación comunitaria. Legislar con respecto al despliegue de contadores inteligentes tiene un propósito múltiple y podría ser más ambicioso y beneficioso de lo que ha sido.
Por un lado, se busca acabar con la estimación en la facturación, práctica que correctamente se considera injusta para los consumidores. Si las energéticas tienen acceso remoto a la lectura de los contadores, pueden y deben facturar acorde el consumo real del usuario y no acorde a una estimación.
Por otro lado, se persigue una reducción general en el consumo de energía de la población. Si al usuario se le ofrecen datos más detallados de su consumo y el coste asociado al mismo, éste puede tomar decisiones informadas con respecto a sus hábitos energéticos. Esto se puede hacer o bien mostrando información en tiempo real, o bien proveyendo de información más granular (consumo diario u horario), a nivel de factura o portales web. Ambas opciones tienen sus pros y sus contras. Personalmente, creo que las dos son necesarias y creo que es un error muy grande que no todos los reguladores se hayan preocupado de imponer su implantación.
En todos los casos en los que se han implantado contadores inteligentes, se permite al usuario acceder a su consumo detallado a través de un portal online. Esto ayuda al consumidor a ver su gasto día a día, incluso hora a hora, lo cual aporta información valiosa. Pero es siempre información a posteriori: recae sobre el usuario la tarea de establecer una correlación entre el gasto energético en el día X y hora H cuando entre en el portal web de turno, que puede ser un día o catorce después del día X…. lo cual hace complicado extraer la información valiosa escondida en esos datos. A ver quién se acuerda de qué hizo con sus electrodomésticos hace dos semanas.
In-Home-Displays
Un método que considero más valioso es el que se ha implantado de forma obligada en países como Holanda, Finlandia o el Reino Unido: presentar información en tiempo real vía IHDs o In-Home-Displays. Desafortunadamente, la regulación española no ha obligado a las eléctricas a proveer a los contadores inteligentes de la capacidad de comunicarse en tiempo real con este tipo de dispositivos, por lo que es un método de educación energética del que no podemos disfrutar aún en nuestro país.
Un IHD, básicamente, es una pantalla pequeña que habla con el contador inteligente de la casa y muestra información sobre el consumo energético. Normalmente lo hace de varias formas: mostrando el acumulado de energía usado durante el día, semana y mes en Kwh; también traduce esa misma información a euros, lo cual es más amigable y entendible para el usuario. Por último, suelen incluir un indicativo estilo semáforo que, en colores verde, ámbar y rojo, indica en cada instante si el consumo de la casa está siendo normal, elevado o muy elevado.
Esta presentación de información al usuario final es mucho más valiosa que un histórico a nivel horario del consumo de cada día en el pasado ya que la información en tiempo real permite establecer más fácilmente una correlación entre causa y efecto. El usuario puede ver, por ejemplo, el efecto que tiene encender una lavadora o el horno, o cómo el consumo baja si disminuimos la temperatura del termostato en la calefacción. Y no sólo lo ve en forma de símbolos fácilmente procesables (colores), sino también en términos económicos.
El efecto “Smart Watch"
Es cierto que hay estudios, como es el caso del realizado en el Reino Unido, que revelan que el tiempo medio de uso de un IHD es de unos 3 meses, tras los cuales suelen acabar en un cajón. Este suele ser un argumento contra su despliegue masivo. Pero esos mismos estudios también citan el “efecto Smart Watch” que los IHDs tienen en los hábitos de consumo energético de los ciudadanos.
Al igual que no hace falta usar un Smart Watch de por vida para aprender los beneficios de una vida saludable, no hace falta un IHD de por vida para mejorar nuestros hábitos energéticos. Gracias a un Smart Watch, podemos aprender que, caminando una hora, hacemos unos 6.000 pasos y quemamos unas 250 calorías (enseñanza energética, al fin y al cabo). No nos hace falta llevarlo durante meses para interiorizarlo. Con los IHDs sucede lo mismo. Basta con utilizarlo unos meses y observar el impacto que tiene nuestro uso alrededor de distintos dispositivos y electrodomésticos para empezar a cambiar nuestros hábitos e interiorizar las enseñanzas derivadas del uso de este.
Si no aprenden las personas, dejad al menos que aprendan las máquinas
Cuando un contador inteligente tiene capacidades de comunicación local en tiempo real, puede mandar información a IHDs, pero también puede hacerlo a otros dispositivos que se puedan beneficiar de esta. Los electrodomésticos podrían programarse para usarse automáticamente solo en periodos en los que el precio de la electricidad esté más bajo; un conjunto de autoconsumo con paneles solares y baterías pueden decidir si almacenar energía, usarla en la casa o exportarla dependiendo de la información que le pase el contador eléctrico y algoritmos de Inteligencia Artificial. Es por ello por lo que, aunque no se crea en el beneficio de aplicaciones como los IHDs, se deba descartar la implantación de contadores con capacidades de comunicación local con otros dispositivos.
El número de aplicaciones que se pueden desarrollar gracias a la capacidad de comunicación en tiempo real con los contadores inteligentes es muy amplio. Desde educativas, a reducción de consumo, incremento del autoconsumo o incluso trading de energía. Desafortunadamente, las compañías eléctricas españolas no equiparán sus contadores inteligentes con esta tecnología a no ser que el regulador les obligue, ya que les supone un coste extra que no están dispuestos a asumir.
Ya es hora
Han pasado más de 10 años desde que se empezaron a desplegar contadores inteligentes en España. Éstos primeros instalados ya empiezan a tener un tiempo y llega la hora de reemplazarlos. Teniendo en cuenta todos los beneficios aquí expuestos, y la mayor conciencia climática, sería deseable que España (al igual que otros muchos países han hecho ya) legisle obligando a las eléctricas a instalar contadores con capacidades de comunicación en tiempo real. El no hacerlo nos obliga a volver a recordar de nuevo la letra de Crosby, Stills, Nash, and Young: “no se te ocurra preguntarles por qué; si te dijeran el motivo, te echarías a llorar.”